El fútbol como idioma común en el campamento de Kakuma, Kenya

© Goal Click/ACNUR/Faulu Production/Ismail Mahamud Abdalla

El fútbol como idioma común en el campamento de Kakuma, Kenya

El campamento de refugiados de Kakuma, en el noroeste de Kenya, fue establecido en 1992 tras la llegada de los “Niños Perdidos de Sudán”. Durante ese año, grandes grupos de personas refugiadas etíopes huyeron de su país tras la caída del gobierno. El campamento de Kakuma y el asentamiento vecino de Kalobeyei tienen una población de más de 196.000 personas refugiadas y solicitantes de asilo registradas que reciben apoyo del ACNUR y sus socios. La mayoría proviene de Sudán del Sur, pero también hay personas de Somalia, Etiopía, Burundi y la República Democrática del Congo, entre otros.

Sudán del Sur se independizó de Sudán en 2011. Desde entonces, el país ha vivido un conflicto casi perpetuo. Alrededor de 2,3 millones de sudsudaneses han huido a países vecinos, lo que convierte a Sudán del Sur en el escenario de la mayor crisis de personas refugiadas de África. Una abrumadora mayoría (83 por ciento) de las personas refugiadas son mujeres, niñas y niños, con 65.000 menores refugiados no acompañados o separados. Otros dos millones de personas han sido desplazadas en el interior del país.

Jugadores, de la comunidad de personas refugiadas, en torneos organizados por Faulu Production para promover la convivencia pacífica entre diferentes comunidades. © Goal Click/ACNUR/Faulu Production/Ismail Mahamud Abdalla

En Kakuma, las ONG internacionales y las organizaciones benéficas locales utilizan el fútbol para marcar la diferencia en la vida de las personas refugiadas. GIZ Sport para el Desarrollo en África trabaja con personas refugiadas y comunidades de acogida. En la comunidad de personas refugiadas, GIZ ha capacitado a más de 50 instructores deportivos y entrenadores comunitarios, incluido Carlos Gatlliah, un sudsudanés de 25 años, y lugareños como Joseph Longok, quien fundó el equipo Kakuma United Football. Ismail Mahamud Abdalla, de 29 años, es gerente de programas de Faulu Production, una organización comunitaria que apoya a personas refugiadas, mujeres desfavorecidas, y niños y niñas vulnerables. La ONG organiza torneos de fútbol para promover la convivencia pacífica entre diferentes comunidades.

“Las personas refugiadas son personas reales que pueden disfrutar de los mismos derechos plenos que los demás”,
Ismail Mahamud Abdalla, Kenya (FAULU)

“Mi nombre es Ismail Mahamud Abdalla. Tengo 29 años y soy originario de Kalemie, en la provincia de Tanganyika en la República Democrática del Congo. Actualmente hago voluntariado como Gerente de Programas en Faulu Production.

No nací en una familia futbolera, pero luego consideré al fútbol como mi juego favorito. Soñé que el fútbol cambiaría mi vida, no solo a través del entretenimiento, sino como la actividad a través de la cual me ganaría la vida una vez que desarrollara mi talento. Así, empecé a jugar al fútbol desde los seis años hasta los 22, cuando me rompí la mano izquierda siendo portero.

Las fotografías intentan retratar a las personas refugiadas como personas reales que pueden disfrutar de los mismos derechos plenos que los demás, independientemente de su condición. Además, retratan la cohesión social y la convivencia entre las comunidades de personas refugiadas mediante juegos y fútbol. Hay diferentes personas de diversos orígenes; sin embargo, comparten un talento, que es el fútbol. La mayoría de los jugadores provienen de la comunidad de personas refugiadas. Son congoleños, burundeses, sudsudaneses y sudaneses. Sus historias son tan impactantes, habiendo huido de sus países para escapar de las atrocidades.

Como era un buen orador que podía representar a otros, me aconsejaron dedicarme a la narración de historias (periodismo) y me uní a un club de fútbol donde jugué como portero desde 1995 hasta que estalló la guerra de liberación. Mi familia huyó a las montañas, donde no teníamos posibilidad de jugar al fútbol, ya que teníamos que permanecer en silencio, por miedo a ser atacados por los rebeldes o las fuerzas gubernamentales desertoras. Un año después, regresamos a casa, aunque la seguridad aún no había sido restablecida. Nos recomendaron tomar un barco hasta Mpulungu, en Zambia, donde vivimos durante algún tiempo hasta la repatriación en 2009. Allí tuve la oportunidad de seguir aprendiendo y jugar fútbol, tanto en colegios como en ligas donde nuestro pequeño club ganó tres copas locales. El partido más duro, que nunca olvidaré, fue cuando jugamos una final, en septiembre de 2009, contra un club tanzano, los “Kasanga Boys”, en la frontera entre Zambia y Tanzania. Yo era portero y capitán de nuestro club, “FC Simba”. Llegó a la tanda de penaltis, donde pude parar tres de ellos y ganamos la copa. Lamentablemente, me rompí la mano izquierda al detener el último penalti.

(16) Mi amigo de camisa azul es de la República Democrática del Congo (provincia de Kivu del Sur); está casado y tiene dos hijos. Aprendimos juntos en la primaria y nos volvimos a encontrar aquí, en el campamento de Kakuma. Ha sido maestro de escuela primaria por seis años y es futbolista jugando en las posiciones número 8, 9 o 10. Lo horrible que no puedo olvidar acerca de él es que, dos días después de este torneo, su esposa falleció dando a luz. Ahora está criando solo a sus dos hijos pequeños.

(10) El niño es un estudiante nacional y de secundaria de Burundi. Su familia huyó de Burundi a Kakuma cuando él tenía seis años. Sueña con unirse algún día al Manchester United.

(13) La niña es ciudadana de Sudán del Sur; nació y fue criada en el campamento de refugiados de Kakuma. Su familia huyó del conflicto en el estado de Jonglei en 1992. Es futbolista y dinamizadora. La única oportunidad que ve para su vida es jugar al fútbol. Ha estado participando en diferentes competencias organizadas por el ACNUR y la Federación Luterana Mundial (FLM). Es una defensora, pero también una sobreviviente de los estereotipos, ya que, en su comunidad, rara vez se permite a las niñas participar en este tipo de juegos porque se piensa que son deportes masculinos.

(15) El tipo alto es un hombre congoleño. Está casado y tiene dos hijos. Lleva jugando al fútbol desde los cuatro años hasta ahora, que tiene 34. Algunos de sus éxitos incluyen dirigir una organización que aboga por la protección del medio ambiente (USEC) y ser el ganador de la Copa de la Liga de Campeones de Kakuma.

(16) El joven es de nacionalidad sudanesa. Huyó a Kakuma para escapar del peligro en Sudán (en Darfur).

(22) La hija de cinco años de mi primo, Safi Malilo, a quien le gusta jugar al fútbol más que nada.

El fútbol es importante en mi vida porque es divertido, fortalece físicamente nuestros cuerpos y crea oportunidades de trabajo. Además, reúne a las personas; al hacerlo, fomenta la convivencia e interacción social, y sirve como vía para la movilización y participación comunitaria.

Juego al fútbol con los kenianos, aunque no tan a menudo como antes. Los kenianos son buenas personas con mucho bagaje cultural. Dan la bienvenida a todos a su comunidad. También tienen talento en muchas áreas, pero sobre todo en las Olimpiadas y las maratones. Mi ambición, para mi futuro, es establecerme o reasentarme, lo que me permitiría disfrutar de la vida con más libertad, hacer negocios y tener otros derechos, como lo hacen los nacionales”.

Crédito: © Goal Click/ACNUR/Ascent Soccer/Vava Badere

© Goal Click/ACNUR/Ascent Soccer/Vava Badere

“Las personas refugiadas son personas reales que pueden disfrutar de los mismos derechos plenos que los demás”,
Ismail Mahamud Abdalla, Kenya (FAULU)

“Mi nombre es Ismail Mahamud Abdalla. Tengo 29 años y soy originario de Kalemie, en la provincia de Tanganyika en la República Democrática del Congo. Actualmente hago voluntariado como Gerente de Programas en Faulu Production.

No nací en una familia futbolera, pero luego consideré al fútbol como mi juego favorito. Soñé que el fútbol cambiaría mi vida, no solo a través del entretenimiento, sino como la actividad a través de la cual me ganaría la vida una vez que desarrollara mi talento. Así, empecé a jugar al fútbol desde los seis años hasta los 22, cuando me rompí la mano izquierda siendo portero.

Las fotografías intentan retratar a las personas refugiadas como personas reales que pueden disfrutar de los mismos derechos plenos que los demás, independientemente de su condición. Además, retratan la cohesión social y la convivencia entre las comunidades de personas refugiadas mediante juegos y fútbol. Hay diferentes personas de diversos orígenes; sin embargo, comparten un talento, que es el fútbol. La mayoría de los jugadores provienen de la comunidad de personas refugiadas. Son congoleños, burundeses, sudsudaneses y sudaneses. Sus historias son tan impactantes, habiendo huido de sus países para escapar de las atrocidades.

Como era un buen orador que podía representar a otros, me aconsejaron dedicarme a la narración de historias (periodismo) y me uní a un club de fútbol donde jugué como portero desde 1995 hasta que estalló la guerra de liberación. Mi familia huyó a las montañas, donde no teníamos posibilidad de jugar al fútbol, ya que teníamos que permanecer en silencio, por miedo a ser atacados por los rebeldes o las fuerzas gubernamentales desertoras. Un año después, regresamos a casa, aunque la seguridad aún no había sido restablecida. Nos recomendaron tomar un barco hasta Mpulungu, en Zambia, donde vivimos durante algún tiempo hasta la repatriación en 2009. Allí tuve la oportunidad de seguir aprendiendo y jugar fútbol, tanto en colegios como en ligas donde nuestro pequeño club ganó tres copas locales. El partido más duro, que nunca olvidaré, fue cuando jugamos una final, en septiembre de 2009, contra un club tanzano, los “Kasanga Boys”, en la frontera entre Zambia y Tanzania. Yo era portero y capitán de nuestro club, “FC Simba”. Llegó a la tanda de penaltis, donde pude parar tres de ellos y ganamos la copa. Lamentablemente, me rompí la mano izquierda al detener el último penalti.

(16) Mi amigo de camisa azul es de la República Democrática del Congo (provincia de Kivu del Sur); está casado y tiene dos hijos. Aprendimos juntos en la primaria y nos volvimos a encontrar aquí, en el campamento de Kakuma. Ha sido maestro de escuela primaria por seis años y es futbolista jugando en las posiciones número 8, 9 o 10. Lo horrible que no puedo olvidar acerca de él es que, dos días después de este torneo, su esposa falleció dando a luz. Ahora está criando solo a sus dos hijos pequeños.

(10) El niño es un estudiante nacional y de secundaria de Burundi. Su familia huyó de Burundi a Kakuma cuando él tenía seis años. Sueña con unirse algún día al Manchester United.

(13) La niña es ciudadana de Sudán del Sur; nació y fue criada en el campamento de refugiados de Kakuma. Su familia huyó del conflicto en el estado de Jonglei en 1992. Es futbolista y dinamizadora. La única oportunidad que ve para su vida es jugar al fútbol. Ha estado participando en diferentes competencias organizadas por el ACNUR y la Federación Luterana Mundial (FLM). Es una defensora, pero también una sobreviviente de los estereotipos, ya que, en su comunidad, rara vez se permite a las niñas participar en este tipo de juegos porque se piensa que son deportes masculinos.

(15) El tipo alto es un hombre congoleño. Está casado y tiene dos hijos. Lleva jugando al fútbol desde los cuatro años hasta ahora, que tiene 34. Algunos de sus éxitos incluyen dirigir una organización que aboga por la protección del medio ambiente (USEC) y ser el ganador de la Copa de la Liga de Campeones de Kakuma.

(16) El joven es de nacionalidad sudanesa. Huyó a Kakuma para escapar del peligro en Sudán (en Darfur).

(22) La hija de cinco años de mi primo, Safi Malilo, a quien le gusta jugar al fútbol más que nada.

El fútbol es importante en mi vida porque es divertido, fortalece físicamente nuestros cuerpos y crea oportunidades de trabajo. Además, reúne a las personas; al hacerlo, fomenta la convivencia e interacción social, y sirve como vía para la movilización y participación comunitaria.

Juego al fútbol con los kenianos, aunque no tan a menudo como antes. Los kenianos son buenas personas con mucho bagaje cultural. Dan la bienvenida a todos a su comunidad. También tienen talento en muchas áreas, pero sobre todo en las Olimpiadas y las maratones. Mi ambición, para mi futuro, es establecerme o reasentarme, lo que me permitiría disfrutar de la vida con más libertad, hacer negocios y tener otros derechos, como lo hacen los nacionales”.

Jugamos con los kenianos: “son gente genial y amable”,
Carlos Gatlliah, Kenya (GIZ)

“Soy Carlos Gatlliah, de nacionalidad sudsudanesa, tengo 25 años y sigo soltero. Llegué a Kakuma en marzo de 2014. Trabajo en el centro juvenil del Consejo Danés para Personas Refugiadas, en el Campamento 4 de Kakuma, como coordinador de deportes, formador de jóvenes en habilidades para la vida y resiliencia, y consejero de compañeros. También soy entrenador de fútbol, facilitador comunitario y líder en diversas actividades, especialmente aquellas que involucran a la juventud. Asistí al curso de GIZ-Sport para el Desarrollo en África en 2017, a través del Consejo Danés para Personas Refugiadas.

Salí de mi país por la guerra civil que estalló en 2013. La situación empeoró en noviembre de ese mismo año, lo que me obligó, al igual que a otros, a buscar un refugio seguro y poder continuar con mis estudios mientras buscaba mejores oportunidades en la vida. He vivido aquí en Kakuma desde entonces.

Estas fotografías muestran a los jóvenes de Sudán del Sur jugando al fútbol en el Campamento 4 de Kakuma, en preparación para la liga de ese campamento. La mayoría de los habitantes vienen de comunidades de Sudán del Sur, y hay poblaciones significativas de burundianos y congoleños.

Jugué activamente al fútbol en Sudán del Sur y juego aquí en Kakuma. En Sudán del Sur, jugué en la escuela y en varios clubes. Actualmente, juego por esparcimiento y condición física.

El fútbol es importante ya que genera interacción y unidad entre las comunidades que viven en el campamento y también con la comunidad de acogida, lo cual fomenta la cohesión. Por medio del fútbol, reunimos a los miembros de la comunidad para que los líderes transmitan información importante. También fomenta talentos que podrían ayudar a algunos jóvenes a jugar a niveles profesionales.

Hemos jugado conjuntamente con los kenianos desde mi llegada al campamento, en la liga y dentro de las comunidades. Son personas geniales, amables y hospitalarias. Nos recibieron como personas refugiadas a pesar de nuestras deficiencias: algunos sudsudaneses se mostraron agresivos cuando llegaron, debido a experiencias pasadas de la guerra.

Me gustaría convertirme en un psicólogo experto para ayudar a los jóvenes del campamento que sufren de traumas a causa de la guerra en Sudán del Sur. Obtuve un diplomado en Psicología Moderna Aplicada en mayo de 2020. Ahora estoy buscando cursos avanzados en el mismo campo y me gustaría especializarme en asistencia psicológica. De ser posible, me gustaría volver a casa y ayudar a las personas con trauma y estrés de la guerra en su proceso de curación, así como reconstruir el país a raíz de la destrucción causada por el prolongado conflicto”.

Créditos: © Goal Click/ACNUR/GIZ/Carlos Gatlliah

© Goal Click/ACNUR/GIZ/Carlos Gatlliah

Jugamos con los kenianos: “son gente genial y amable”,
Carlos Gatlliah, Kenya (GIZ)

“Soy Carlos Gatlliah, de nacionalidad sudsudanesa, tengo 25 años y sigo soltero. Llegué a Kakuma en marzo de 2014. Trabajo en el centro juvenil del Consejo Danés para Personas Refugiadas, en el Campamento 4 de Kakuma, como coordinador de deportes, formador de jóvenes en habilidades para la vida y resiliencia, y consejero de compañeros. También soy entrenador de fútbol, facilitador comunitario y líder en diversas actividades, especialmente aquellas que involucran a la juventud. Asistí al curso de GIZ-Sport para el Desarrollo en África en 2017, a través del Consejo Danés para Personas Refugiadas.

Salí de mi país por la guerra civil que estalló en 2013. La situación empeoró en noviembre de ese mismo año, lo que me obligó, al igual que a otros, a buscar un refugio seguro y poder continuar con mis estudios mientras buscaba mejores oportunidades en la vida. He vivido aquí en Kakuma desde entonces.

Estas fotografías muestran a los jóvenes de Sudán del Sur jugando al fútbol en el Campamento 4 de Kakuma, en preparación para la liga de ese campamento. La mayoría de los habitantes vienen de comunidades de Sudán del Sur, y hay poblaciones significativas de burundianos y congoleños.

Jugué activamente al fútbol en Sudán del Sur y juego aquí en Kakuma. En Sudán del Sur, jugué en la escuela y en varios clubes. Actualmente, juego por esparcimiento y condición física.

El fútbol es importante ya que genera interacción y unidad entre las comunidades que viven en el campamento y también con la comunidad de acogida, lo cual fomenta la cohesión. Por medio del fútbol, reunimos a los miembros de la comunidad para que los líderes transmitan información importante. También fomenta talentos que podrían ayudar a algunos jóvenes a jugar a niveles profesionales.

Hemos jugado conjuntamente con los kenianos desde mi llegada al campamento, en la liga y dentro de las comunidades. Son personas geniales, amables y hospitalarias. Nos recibieron como personas refugiadas a pesar de nuestras deficiencias: algunos sudsudaneses se mostraron agresivos cuando llegaron, debido a experiencias pasadas de la guerra.

Me gustaría convertirme en un psicólogo experto para ayudar a los jóvenes del campamento que sufren de traumas a causa de la guerra en Sudán del Sur. Obtuve un diplomado en Psicología Moderna Aplicada en mayo de 2020. Ahora estoy buscando cursos avanzados en el mismo campo y me gustaría especializarme en asistencia psicológica. De ser posible, me gustaría volver a casa y ayudar a las personas con trauma y estrés de la guerra en su proceso de curación, así como reconstruir el país a raíz de la destrucción causada por el prolongado conflicto”.

A través del fútbol, “hablamos el mismo idioma”,
Joseph Longok, Kenya (GIZ)

“Nací aquí, en el condado de Turkana, Kenya, y soy de la comunidad de acogida. Soy uno de los beneficiarios de las actuaciones para personas refugiadas en Kakuma; he estudiado en escuelas primarias y secundarias para personas refugiadas desde que vivía con mi abuela y no podía costear estudiar en las escuelas locales de Kenya. Actualmente soy maestro de escuela primaria con la Federación Luterana Mundial (LWF) en la Escuela Primaria Fashoda, que es para personas refugiadas, y estoy cursando uno de los grados que se ofrecen con los programas de becas en el campamento. Soy entrenador de fútbol, entrenado por GIZ Sport para el Desarrollo en África como instructor, y también entreno a varios grupos de niños y jóvenes.

También dirijo actividades deportivas en el campamento. Actualmente soy el Secretario General de la Secretaría de la Liga de Campeones de Kakuma, y uno de los fundadores y directivos del equipo Kakuma United Football que actualmente juega en la 2ª División de la Liga Occidental en Kenya. He jugado mucho fútbol a nivel distrital, a través de clubes comunitarios.

Quería retratar la capacidad de diferentes personas para jugar juntos y hablar el mismo idioma, olvidando las diferencias nacionales, étnicas y religiosas. Aquí, un grupo de jóvenes de diferentes nacionalidades juegan juntos al fútbol. Además, ilustra la capacidad de compartir recursos a pesar de las diferencias, así como otras personas con intereses diferentes que continúan con su vida diaria (personas que pasan por la cancha cargando agua o pastoreando ganado).

Se trata de personas refugiadas que han huido de sus países de origen debido a varios problemas, que incluyen guerras, violencia entre comunidades, hambruna y otros conflictos. Las fotografías fueron tomadas en el Campamento de Refugiados 1 de Kakuma, cerca de la Clínica 4, no muy lejos de las comunidades de Sudán del Sur y Etiopía”.

Créditos: © Goal Click/ACNUR/GIZ/Joseph Longok

© Goal Click/ACNUR/GIZ/Joseph Longok

A través del fútbol, “hablamos el mismo idioma”,
Joseph Longok, Kenya (GIZ)

“Nací aquí, en el condado de Turkana, Kenya, y soy de la comunidad de acogida. Soy uno de los beneficiarios de las actuaciones para personas refugiadas en Kakuma; he estudiado en escuelas primarias y secundarias para personas refugiadas desde que vivía con mi abuela y no podía costear estudiar en las escuelas locales de Kenya. Actualmente soy maestro de escuela primaria con la Federación Luterana Mundial (LWF) en la Escuela Primaria Fashoda, que es para personas refugiadas, y estoy cursando uno de los grados que se ofrecen con los programas de becas en el campamento. Soy entrenador de fútbol, entrenado por GIZ Sport para el Desarrollo en África como instructor, y también entreno a varios grupos de niños y jóvenes.

También dirijo actividades deportivas en el campamento. Actualmente soy el Secretario General de la Secretaría de la Liga de Campeones de Kakuma, y uno de los fundadores y directivos del equipo Kakuma United Football que actualmente juega en la 2ª División de la Liga Occidental en Kenya. He jugado mucho fútbol a nivel distrital, a través de clubes comunitarios.

Quería retratar la capacidad de diferentes personas para jugar juntos y hablar el mismo idioma, olvidando las diferencias nacionales, étnicas y religiosas. Aquí, un grupo de jóvenes de diferentes nacionalidades juegan juntos al fútbol. Además, ilustra la capacidad de compartir recursos a pesar de las diferencias, así como otras personas con intereses diferentes que continúan con su vida diaria (personas que pasan por la cancha cargando agua o pastoreando ganado).

Se trata de personas refugiadas que han huido de sus países de origen debido a varios problemas, que incluyen guerras, violencia entre comunidades, hambruna y otros conflictos. Las fotografías fueron tomadas en el Campamento de Refugiados 1 de Kakuma, cerca de la Clínica 4, no muy lejos de las comunidades de Sudán del Sur y Etiopía”.

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